martes, 29 de mayo de 2007

Castro, Roberto - La escuela que disoñamos.


La escuela que disueño
(parte 1, 2, 3 y 4)


Roberto Castro Boniche
Ovalle, 23 de Junio del 2007

La Escuela que disueño tiene características distintivas: debe ser una Escuela con identidad y objetivos evidentes, económicamente financiada, de administración colegiada, que privilegie la inclusión y la transversalidad. Esta Escuela es una comunidad de aprendizaje donde existe un clima de colaboración y aprendizaje continuo con el compromiso colectivo de trabajar juntos. Es decir, la Escuela que disueño enfatiza una educación para la razón: educación es formar seres humanos y los seres humanos somos ante todo, seres racionales.

En la Escuela que disueño la cultura escolar debe ser positiva, con objetivos ambiciosos, claros y especificados en forma práctica, existiendo liderazgo institucional y pedagógico a través de una gestión coherente, con planificación pedagógica efectiva y constante evaluación de los resultados. Se debe manejar en forma eficaz la heterogeneidad de los alumnos. Con reglas claras y manejo explícito de la disciplina. Se aprovecha el capital humano, se gestionan apoyos externos y recursos materiales; se fomenta un trabajo efectivo y se busca construir alianzas con padres, madres, apoderados y comunidad.

La Escuela que disueño debe poseer claridad de su misión, expresada en el Proyecto Educativo Institucional (PEI), elaborado en forma participativa, siendo comprendida y asumida por toda esta comunidad de aprendizaje. La misión expresa el convencimiento de que todos sus estudiantes pueden aprender, respetando sus diferencias y ritmos individuales, demostrando un alto nivel de expectativa en los estudiantes, asociado al desarrollo de la autoestima de los escolares. La gestión escolar estratégica y el currículum de la Escuela que disueño enfatizan una educación participativa, cuya centralidad es el aprendizaje autónomo de los estudiantes., lo que exige un buen conocimiento de los estudiantes, implicando una comunicación frecuente entre educador y educandos.

Los docentes de la Escuela que disueño se deben caracterizar por su compromiso con el alumnado, en las cálidas relaciones afectivas, en la actitud en la labor pedagógica, en el alto nivel de perfeccionamiento profesional y adecuado dominio de los contenidos, metodologías y estrategias didácticas que desarrollen en un clima de aula adecuado para
el aprendizaje escolar.

Los padres, madres y apoderados y comunidad circundante de la Escuela que disueño confían en su Escuela, reflejado en el compromiso responsable sobre las condiciones que la Escuela requiere para el buen aprendizaje de sus hijos, en un marco de altas expectativas, en relación a logros que alcanzarán sus hijos e hijas.

La educación que disueño no puede ser simplemente transmisión de información, entre otras razones porque la información globalizada que existe es tan amplia, cambia tanto, existen tantas formas de acceder a ella, que sería absurdo que la función educativa de la Escuela que disueño fuera sólo transmitir contenidos informativos. Lo que hace falta es transmitir pautas de comportamiento que permitan utilizar y rentabilizar al máximo la información que se posee. La educación que disueño debe potenciar la razón y por lo tanto, aprender a rebelarnos contra la sinrazón, es decir, la lucha para que no predominen los dogmas irracionales, las supersticiones, los fanatismos, aquello que de alguna forma va en contra de la razón.


La escuela que disueño (parte 2)

Ovalle, invierno del año siete

He descrito una Escuela que disueño de visión general que puede tener características utópicas, porque choca con la dura realidad. La realidad muestra lo difícil que es lograr el conjunto de disueños: lo positivo de la mirada educativa en una perfecta relación de encadenamientos de los distintos estamentos que trabajan colaborativamente tras la misión que idealmente se ha propuesto.

El aspecto económico es prioritario. Una educación gratuita para todos en el contexto de la actual política económica neoliberal, global e internacional es insostenible. Si la Escuela no puede financiar los servicios educativos que ofrece, en calidad y cantidad para todos sus estudiantes, es difícil de mantener y va directo a una crisis económica que irremediablemente la hará fracasar.

En Chile, la permanencia y consolidación de un perverso sistema de financiamiento de la educación vía la entrega de una subvención económica por la asistencia a clases de los estudiantes, que se origina en el último cuarto del siglo pasado, merma la posibilidad de estabilidad y crecimiento institucional que ofrezca a sus estudiantes una educación de calidad. Con ello, el resto es puro verso.

Mientras el sistema de financiamiento de la educación chilena no cambie, todas las instituciones educacionales harán malabarismo para mantener sus servicios y adecuarse a lo que tienen y lo que pueden obtener para su mantención. La exigencia de la sociedad por una educación de calidad se encuentra con esta limitación que no permite su optimización, al no poder operacionalizar sus disueños.

La Escuela que disueño debe tener una clara identidad. La realidad muestra que la mayoría de las Escuelas chilenas navegan en una evidente falta de identidad y confusión en su ideario: en muchas Escuelas públicas y laicas se reza antes de comenzar las clases, algunas Escuelas públicas y laicas poseen un ideario en que una figura religiosa es el centro de su acción pedagógica, en las Escuelas públicas y laicas se realizan misas para los aniversarios de las Escuelas. Además, en muchas de ellas, públicas y privadas, no se respeta el derecho humano de los estudiantes para recibir una educación, simplemente está sesgado el acceso a la educación buscando una selección estigmatizadora por sobre el valor de la persona y su diversidad. No se fomenta el desarrollo del pensamiento divergente, la innovación, la creatividad y el emprendimiento, con todas sus consecuencias. Existe la tendencia a repetir un modelo equivocado y con múltiples errores. Yo no quiero eso en mi Escuela disoñada.

La identidad de la Escuela que disueño enfatiza un ideario centrado en la enseñanza y aprendizaje en que predomine una educación inclusiva en que prevalezca la razón, ya que la educación es la formación de las personas en su racionalidad por sobre la simple instrucción sin fundamento. Esto incluye el desarrollo de áreas y aspectos no considerados en la educación de hoy: la accesibilidad digital en un contexto valórico y afectivo donde se fomente la creatividad, innovación, emprendimiento y el empoderamiento, en una formación ciudadana para vivir la vida en paz y aprender a comprender la muerte como un paso al que juntos, racionalmente caminamos desde que nacemos.


La escuela que disueño (parte 3)

Ovalle, vacaciones de invierno del año siete

La sociedad chilena muestra diariamente un mundo de apariencias que danza con el ejemplo de sus modelos de estrellas: jugadores de fútbol que apenas saben realizar un discurso morfosintáctico y siliconeadas modelos que desde la opinología versan sobre múltiples y vacíos temas, muchos ídolos efímeros y caricaturas humanas en una farándula instantánea. A ello se suma una perenne clase política, generalmente sin ética ni moral, que flota en un mar de cargos de todo tipo: un funcionario o una funcionaria puede trabajar de Concejal, Seremi de Educación, Directora del Registro Civil, Subsecretario de Pesca, Operador de Chiledeportes, Director de TVN, Intendente, Agregado Cultural en Haití o Cónsul en Kenia. Son únicos, multifacéticos e irremplazables. Son los mismos: jugadores, modelos y políticos que inundan nuestra cotidianidad. No hay caras nuevas en un contexto donde alianzas y concertaciones están agotadas. Es admitido por todos, pero el orden se mantiene: pareciera que sólo se pretende cambiar algo superficial para que todo se mantenga igual. La política y los negocios están en primera plana y nadie puede atreverse a averiguar sus escándalos o realizar críticas fundadas, ya que son ignorados o reprimidos.

En los últimos años, la educación superior se ha masificado en forma sorprendente ofertando carreras de bajo costo de tiza y pizarrón, con carreras seudo profesionales sin estudios de ubicación laboral, con docentes sin la calificación correspondiente, en una multiplicidad de ofertas de post grado on-line sin seguimiento ni evaluación presencial, en donde no importa la calidad de la educación sino el pagaré que se cobra al estudiante que demora su mensualidad.

Esa es la educación que la Escuela de hoy ha forjado. No hay oportunidades para que nuevos ciudadanos realicen sus propuestas constructivas, para destacar las acciones formidables que anónimos ciudadanos realizan diariamente desde sus puestos de trabajos, desde sus instituciones educativas, desde sus hogares. Esa es la educación que yo no disueño.

Cuando caracterizo a la Escuela laica que disueño hago mención al predominio de la razón por sobre el establecimiento de dogmas irracionales, los fanatismos, la superficialidad y las verdades absolutas existentes en los medios de comunicación social, en los textos escolares, en la formación docente de pre y post grado y en la vida diaria.

La Escuela que disueño lucha contra la sinrazón, donde la base ética se centra en la solidaridad y el servicio comunitario, en donde no se acepte la injusticia indiferente como un hecho enraizado en la sociedad chilena. Que enfatice la pedagogía de la pregunta y se respete el error. Se fomente la tolerancia. Se caracterice el uso de la razón para desarrollar la autonomía: tanto padres como educadores debemos educar para la autonomía de nuestros hijos y alumnos, ya que la autonomía es lo que permite la razón.

Una educación en donde las personas sean persuadidas por los razonamientos, diferenciando entre lo racional y lo razonable. No se puede aspirar a la condición de racional si sus razones las ve muy nítidas pero no se ven las razones externas en forma clara. En donde se aprenda de la diversidad humana, de la necesaria racional diversidad humana.


La escuela que disueño (parte 4)

La Serena, augustus del año siete

La Escuela que disueño se orienta hacia las múltiples dimensiones de la persona: desarrolla una educación centrada en el aprendizaje de sus estudiantes, crítica, abierta al mundo, humanista, cooperativa y solidaria, entre otras características.

Al centrar el foco de su atención educativa en el aprendizaje de los estudiantes obliga a la internalización, apropiación y actualización curricular permanente de los docentes, quienes validados entre sus pares y comunidad de aprendizaje, manejan las orientaciones, objetivos, contenidos e instancias de evaluación de estudiantes, cursos y/o subsectores, con un enfoque holístico y transversal, implementando divertidas maneras de enseñar y de aprender, mediante la creatividad, exploración, participación e investigación, dándole un matiz flexible, pero firme en el cumplimiento de las metas disoñadas, necesarios para que los estudiantes asuman con responsabilidad y propiedad, la anhelada transformación social.

Una educación crítica implica desarrollar en los estudiantes la capacidad de autocrítica y de reflexión crítica sobre los problemas de su comunidad y la búsqueda creativa y económica de las soluciones, con innovación, recreación y emprendimiento que se refleje en la mejor calidad de vida para los integrantes de su comunidad y su entorno.

En un mundo globalizado, tecnologizado y cambiante, la educación que disueño debe ser abierta al mundo, que no sea restrictiva en relación a su cultura sino que le permita ser trascendente para la humanidad, estableciendo redes de colaboración y apoyo, directo o virtual, ya que la creación del conocimiento no descansa ni en vacaciones, sin barreras de discriminación de ningún tipo.

La educación que disueño es humanista y cooperativa. La educación como proceso necesario de humanización permite el desarrollo de las amplias posibilidades humanas, en una experiencia auténticamente integradora que desea el despertar a sí mismo, a los demás, al mundo y a las cosas. Al ser cooperativa, desarrolla el fomento de asociaciones autónomas de personas que se unen voluntariamente para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante el emprendimiento conjunto y de gestión democrática. No define al ser humano como un ser economista sino como un cooperador. No vive en el consumo sino en la cooperación.

La solidaridad no tiene religión. Nuestra cultura enfatiza el hecho de dar lo que nos sobra, el vuelto que nos queda, para realizar un acto solidario. Eso no es la solidaridad. La educación solidaria es la internalización permanente de la práctica de principios y valores fraternos de colaboración y ayuda mutua, que genera las conductas y actitudes por una permanente responsabilidad social por los demás, por el otro reconocido como un legítimo otro, que conlleven iniciativas autogestionadas con un compromiso social que fomente el desarrollo sostenible de una mejor y mayor calidad de vida para todos.

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