martes, 29 de mayo de 2007

Veas, Paulina - La escuela que disoñamos.


La escuela que disueño (parte 1, 2, 3 y 4)

Paulina Veas García
pauliveas@gmail.com
La Serena, 23 de Junio del 2007

Siempre he trabajado por la escuela que disueño: una escuela que aprende, que disfruta con sus logros, que aprecia y valora el esfuerzo de cada uno de sus miembros. Me gustaría que esta escuela que disueño tomara como modelo a la Naturaleza, por las relaciones simbióticas mutualistas que allí se generan.

La naturaleza es un ejemplo de creatividad y coevolución. Como se expresa en “Las Siete Leyes del Caos”: “La Naturaleza expresa su creatividad mediante el caos”, esto es, “el modo en que la naturaleza crea nuevas formas y estructuras, como la impredecibilidad y la confusión de la Naturaleza”. (Briggs & Peat: 18).

Por lo tanto, la Teoría del Caos me servirá para hacer algunos análisis y analogías con la escuela que quisiera construir.

La asesora empresarial Margaret Wheatley dice: “la mayoría de las personas alberga el deseo de querer a sus organizaciones. Les encantan los objetivos de sus escuelas …. Lo han organizado todo para crear un mundo diferente, pero entonces tomamos esa pasión creadora y la institucionalizamos. Y la gente que estaba encantada con un objetivo acaba desdeñando a la institución que ha sido creada para llevarla a cabo. La pasión se transforma en procedimiento, reglas y roles. En vez de ser libres para crear, nos imponemos restricciones que condicionan la vida. La organización al final se muere”. (Briggs & Peat: 94)

Aquello que más perturba a las personas que trabajan en educación es la incapacidad de ejercer grados de libertad y creatividad en sus instituciones, pero por otra parte, constriñen a sus estudiantes sometiéndolos a sus reglas. Es frecuente escuchar en los Consejos de Profesores y encuentros interescuelas esta crítica negativa que se hace a las instituciones escolares y a los estudiantes.

Los docentes suelen argumentar que la falta de recursos es un impedimento para hacer clases más creativas, más motivadoras para los estudiantes. Sin embargo, la teoría del caos nos señala que: “la clave para la actividad creativa reside en la autoorganización de los materiales disponibles. Para los humanos eso significa que debemos crear con el material de nuestras propias vidas. Como el agua, siempre podemos hallar un camino para ser creativos con lo que haya disponible” (Briggs & Peat: 39)

La creatividad no es un don de unos pocos, no sólo de aquellos iluminados que se desempeñan como músicos, artistas u otros. Se tiende a creer también, que ser creativo implica hacer algo nuevo.

En educación, no escolarización, este proceso creativo fluye permanentemente, pues las personas y los niños y niñas especialmente, están recreando permanentemente la realidad, descubriéndola y apropiándose de ella.

La planificación, el cumplimiento del programa, no deben ser limitantes para el desarrollo de la creatividad del educador y también del aprendiente.


La escuela que disueño (parte 2)

La Serena, 18 de Agosto 2007

En el escrito anterior señalaba que la escuela con la cual disueño toma como modelo a la naturaleza, por las relaciones que se dan entre todos los organismos, pero principalmente por los grados de libertad que ejerce, lo que le permite adecuarse a los cambios, creando nuevas formas y estructuras, adaptándose a la impredecibilidad, a la confusión, a la incertidumbre. Simplemente, fluye, se adapta, evoluciona y, lo que es más bello aún, coevolucionan todos sus componentes. Como en una gran danza, en medio de un campo donde todos cogidos de la mano avanzan y retroceden, llevados por el ritmo de la música, el viento, la pendiente del terreno y los movimientos de cada uno de sus miembros. Todos saben dónde comenzó la danza, en qué lugar, pero no saben dónde terminará: en el suelo o junto a un río. (Me imaginé la danza del Poema de Gabriela Mistral).

Por lo tanto, la escuela que disueño debería seguir los ritmos que sus propios miembros establecieran, de acuerdo a sus características particulares y sus necesidades. El diálogo, las clases y conversaciones compartidas, deberían surgir de los intereses de ellos mismos. Pero esto, necesariamente implica contar con educadores que posean conocimientos profundos y variados, que reconozcan al proceso educativo como un proceso intencionado y significativo, lo que permitiría partir desde cualquier tema para llegar finalmente al objetivo de la clase: leer, comprender, argumentar, plantear puntos de vista, emitir juicios críticos y establecer relaciones con su propia vida. Los educadores, además, deberían ser personas abiertas, flexibles y creativas.

Pero, la creatividad solo es posible si somos capaces de soltar nuestras ataduras, esas ligaduras mentales que no nos permiten fluir al ritmo de la música, del viento, de los cambios. Los adultos, los educadores, casi deberíamos nacer de nuevo para pensar y repensar el mundo y, específicamente, el mundo educativo de una manera diferente.

Por lo tanto, para esta escuela que disueño sugiero una reforma del pensamiento. ¡Más reformas dirán ustedes! O como diría mi amiga Claudia Valenzuela: “La reforma no es la forma”, claro, porque no debe ser una reforma programática, como la que ya hemos vivido en Chile y muchos otros países, sino que tendría que ser una reforma paradigmática que propicie un cambio interno, profundo, que nos permita percibir el mundo y convivir en él de una manera diferente.

Esta reforma del pensamiento debe permitirnos eliminar nuestra estrechez y rigidez del pensamiento y debe propender a la amplitud de éste, a la búsqueda de nuevas posibilidades y relaciones entre las cosas y entre nosotros los seres humanos.

La escuela que disueño (parte 3)

La Serena, 18 de Agosto del 2007

¿Cómo hacer una reforma de pensamiento?

Me he detenido mucho en esta pregunta. No sé cómo responderla, mi escrito está entrampado en esta pregunta. ¿Será que me falta una reforma del pensamiento? ¿No soy capaz de mirar y buscar nuevas alternativas y posibilidades para la escuela que disueño?

Mis pensamientos se dirigen a Edgar Morín recordardo lo que él plantea en su libro “La cabeza bien puesta”. Allí encuentro un concepto cercano a cada uno de nosotros, pero tan limitado en nuestras escuelas: la curiosidad. Él plantea: “El pleno empleo de la inteligencia necesita del libre ejercicio de la facultad más extendida y más vivaz de la infancia y de la adolescencia, la curiosidad, que con demasiada frecuencia la instrucción apaga, y que, por el contrario, habría que estimular o despertar cuando se duerme”. (1999 : 24)

La reforma del pensamiento que propongo para esta escuela que disueño, debería recuperar la capacidad para curiosear, indagar y descubrir. Los educadores deberían generar espacios y tiempos para dedicarle a estas acciones. Esta capacidad innata de los niños y niñas, que les permite descubrir el mundo y aprender a vivir en él, debería estimularse y potenciarse en esta escuela. Los niños, niñas y jóvenes, tendrían una mirada más aguda y atenta, serían más sistemáticos en sus búsquedas y estarían atentos a los cambios, a las innovaciones y los descubrimientos.

Los pequeños se acercan al mundo con todos sus sentidos y pueden estar atentos a diferentes estímulos. Lo vemos, por ejemplo, cuando están concentrados jugando, pero intervienen en una conversación de otras personas, aportando algún detalle o corrigiendo algún error. Si potenciáramos y no limitáramos esta capacidad estaríamos dando un gran paso hacia la reforma del pensamiento.


La escuela que disueño (parte 4)

La Serena, 25 de Octubre del 2007

Reencuentro con el mundo mágico

“El hada le dijo al ogro, hoy tú y yo vamos a pasear,
pues no importa que a los niños pequeños, tú quieras atrapar.
Con mi varita de encantamientos, tornaré nobles tus sentimientos.
Y al oír las palabras mágicas:” violín, piano y trombón”,
el ogro había ganado, un bondadoso corazón”.

¿Quién no recuerda a su personaje de cuentos de hadas favorito? ¿Nunca quisiste ser el Gato con Botas, o tal vez, el “Sastrecillo Valiente”? De seguro no quisiste usar el “Traje nuevo del Emperador” y menos ser la Bruja de Hansel y Gretel.

Al escribir estas primeras líneas, no puedo dejar de pensar en mis cuentos favoritos y en esos hermosos años de la niñez cuando los disfrutaba. Me veo tendida en el sillón junto a mi tía, que semana tras semana tenía que repetir el cuento de los Músicos Viajeros. Cada domingo que nos visitaba debía sentarse junto a mí para contarme una y otra vez esa historia. Me daba mucha pena que “al perro, al gato, al gallo, al caballo y al burro no los quisieran en sus casas y tuvieran que irse a recorrer el mundo”. Me parecía verlos tristes y desanimados cuando caminaban sin rumbo fijo.

Esos minutos pasaban sin darme cuenta y viajaba sin fronteras entre el mundo real y el de la ficción. Esa es la gracia de los cuentos, nos permiten viajar, volar y vivenciar aquellos mundos que en la vida real parecen inalcanzables.

Les pido disculpas, por iniciar este escrito desde mi emoción y mi recuerdo, pero creo que los cuentos de hadas son maravillosos, dejaron en mí una huella imborrable y una capacidad de imaginación increíble.

A todos a quienes les he preguntado por sus cuentos favoritos y los recuerdos que les evocan, les han brillado los ojos y me han relatado historias más allá del cuento propiamente tal.

Es por eso que, la escuela que disueño debe invitar a los niños a vivenciar aquellos mundos que aún no conocen y quizás nunca conocerán, pero que son posibles de visitar gracias a la imaginación.

“La imaginación es una preciosa capacidad humana, una lámpara de Aladino, que activada ardorosamente, convierte al hombre y la mujer en un potente genio creador. La maga de las potencialidades humanas sería la imaginación porque arrastra al hombre y la mujer al territorio de lo imposible, haciéndole vislumbrar la viabilidad de lo que sueña, de lo que imagina, de lo que aún no se ha hecho, pero que es concebible. La imaginación tiene alas, que remontan a espacios de dimensiones más amplias"

Cuántos nuevos conocimientos pueden surgir gracias a la imaginación. Muchos científicos, investigadores y artistas, han impulsado sus estudios y sus obras, en función de esa intuición imaginaria. Pensemos en los niños y niñas, cuánto interés por descubrir y aprender tendrán si los dejamos volar con su imaginación, si impulsamos esos vuelos y esos sueños, generando espacios, contando historias, invitándolos a asumir el rol de sus personajes favoritos.

Gracias a la vivencia del mundo mágico de los cuentos, lo niños y niñas pueden resolver lo imposible. Así como el hada utiliza su varita mágica para resolver conflictos y transformar corazones, otros personajes buscan caminos y soluciones inexploradas para resolver sus problemas. Esta experiencia de sus personajes de cuentos, les puede estimular para buscar soluciones y caminos divergentes a las problemáticas escolares y de la vida. Será el educador mediador quien deberá orientar esas posibles respuestas para que se vuelvan factibles.

Esta búsqueda de soluciones divergentes estimulará el desarrollo del pensamiento, pues les permitirá establecer relaciones entre la información que poseen y lo que desean resolver.

Los cuentos tienen una connotación de calor, hogar, misterio, protección, sombras y sueños. En nuestra memoria deben estar esos recuerdos, de un cuento de terror narrado en una noche de invierno, donde el miedo se mezclaba con la tranquilidad de saber que estaba una persona querida a nuestro lado.

Esas mismas sensaciones son las que deben recuperarse en las escuelas. A través de los relatos y el misterio que le imprima el educador – narrador a sus historias, podrá establecer vínculos afectivos, de complicidad y misterio con sus aprendientes. Las historias deben mezclarse con la realidad. Los cuentos formando parte de la historia, la geografía, la biología, el lenguaje y las matemáticas, pueden ser un motor estimulador del aprendizaje, pues apuntará a la afectividad. Todo aquello que se relaciona con nuestras emociones, tiene una potencia y una significatividad incuestionable.

Los cuentos maravillosos nos entregan enseñanzas y lecciones morales, gracias a las vivencias de los personajes; sin manifestar de forma explícita la enseñanza valórica, los niños y niñas son capaces de inferir la manera correcta de actuar. Las acciones tan dicotómicas entre los “buenos y los malos”, permiten a los niños y niñas distinguir e internalizar las actitudes y valores. Lo que muchas veces para los ojos de los adultos nos parece cruel y discriminatorio: el lobo que se come a la abuelita y a la Caperucita; el desprecio de la madrastra por Cenicienta, por ejemplo, es comprendido, a los ojos de los niños y niñas , de una manera diferente; a medida que crece y va madurando va creando nuevos significados y extrayendo lecciones de vida.

“Los verdaderos cuentos de hadas tienen significados a distintos niveles; sólo el niño puede saber cuáles son importantes para él en un momento dado. Al ir madurando, el niño va descubriendo nuevos aspectos de estos cuentos populares y esto le confirma la idea de que ha llegado a una comprensión más madura, puesto que la misma historia le revela mucho más que antes.“

La magia, la imaginación, el encanto, lo posible e imposible, la realidad y la ficción deben entrelazarse con los aprendizajes escolares para que éstos queden grabados, como un sello indeleble en nuestra mente y en nuestro corazón.

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