martes, 29 de mayo de 2007

Vásquez, Mario - La escuela que disoñamos

La escuela que disueño
(parte 1 y 2)


Mario Vásquez Astudillo
mariovasquezastudillo@gmail.com
La Serena, 21 de Julio del 2007


“La Escuela Popular”

En este primer acercamiento a la escuela disoñada, quiero compartir una experiencia muy significativa en mi formación como persona y profesor la que, en la perspectiva del tiempo, adquiere más relevancia y significado. Siendo estudiante de Pedagogía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en tercer año de carrera sentía que la formación era muy teórica, visualizaba muy lejano el contacto con la realidad de la escuela. Fue entonces cuando me incorporé a un grupo de soñadores que habían creado las Escuelas Populares en varios sectores marginales en Santiago, hoy ya no lo son. Varios sueños se hicieron realidad en esta formación informal, porque no entregábamos certificado; sin embargo, fue mi mejor escuela de pedagogía que no consta en ningún currículum, poco importa.

Algunos sueños hechos realidad:

Los niños asistían voluntariamente a la escuela. Entonces, podíamos saber si estaban interesados en lo que podían aprender en la escuela. En la perspectiva del tiempo lo veo como un tremendo desafío, pero en aquellos años para mí era natural que fuese así, porque yo también lo hacía voluntariamente, con voluntad, porque quería. Este es un sueño, que todos quieran asistir voluntariamente, maestros y alumnos.

La escuela eran las relaciones humanas entre “profesores”, “alumnos”, padres, madres, vecinos. La escuela funcionaba el patio de una casa, en la sede de un club deportivo, en todos los museos habidos y por haber, en escasos centímetros de pasto de parques, rotondas; en teatros, cines y piscinas, canchas de fútbol llenas de tierra; en el cerro, muchas excursiones. Es decir, la escuela no es el edificio, es mi sueño, la escuela se da en el encuentro de quienes quieren aprender unos de otros, por el deseo y el disfrute de ser mejores.

Enseñábamos de manera integrada a partir de la experiencia cotidiana. Cómo alimentarse mejor, cómo prevenir enfermedades, cómo comunicarse de manera efectiva y un largo etcétera. Una experiencia nos servía para integrar los distintos temas para llegar a los principios que permitían comprender y abstraer relaciones, enriqueciendo la visión de los objetos cotidianos: hacer llover con una olla de comida, crear personajes, comprender el concepto de infinito; interpretar una obra de arte; leer poesía, ver la televisión, interpretar y apreciar una película; comprender cómo aprende el cerebro y cómo se conecta con todo el cuerpo. Todo ello, por la fruición de aprender, ampliar la visión de mundo.

Todo lo anterior era fruto de la planificación intencionada. Nos reuníamos ritualmente a valorar la experiencia de la actividad realizada a través de la lectura de una bitácora que llevaba cada uno de nosotros en un cuaderno. Allí describíamos nuestra intencionalidad, ya que la base de la experiencia de aprendizaje se generaba a partir de la manifestación de nuestra intencionalidad. La pregunta a responder era para qué quiero que aprendan esto o aquello. Hoy las tecnologías nos facilitan esta sistematización y celebro que en el Programa de Intercambio de Maestros escribamos, compartamos nuestra la experiencia y poner en práctica nuestros sueños.


La escuela disoñada (parte 2)

La Serenea, 4 de agosto de 2007

“Ir voluntariamente a la escuela” (Borrador)

En el artículo anterior me refería a una experiencia de hacer escuela en la que los niños asistían voluntariamente. Si vemos el significado de voluntario nos encontramos que se refiere a un acto que nace de la voluntad, y no por fuerza o necesidad extrañas a aquella. Entonces, desglosemos algunas de las acepciones del concepto de voluntad: facultad de decidir y ordenar la propia conducta; acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola; libre albedrío o libre determinación; elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue; intención, ánimo o resolución de hacer algo; amor, cariño, afición, benevolencia o afecto; gana o deseo de hacer algo.

Tenemos varias ideas que nos aporta la noción de que la educación, el querer aprender, el querer enseñar parte de la voluntad de querer. En mi escuela disoñada los profesores tienen que tener la voluntad de querer que sus alumnos aprendan en las condiciones profesionales que se desempeña. Es decir, han decidido enseñar, han decidido estar con y ser parte de la comunidad de tal o cual escuela, por ello podemos partir del principio de que tiene la intención, el ánimo o la resolución de que los niños o jóvenes aprendan.

Los profesores, al tener amor, cariño y afecto al aprendizaje cómo medio de desarrollo en plenitud de todos quienes participan de la escuela, transmitirán de manera natural las ganas y deseos de aprender. Incluso, más que transmitir generan vivencias significativas en las que el aprendizaje se produce de manera natural, a partir de una planificación intencionada.

Los padres deben asumir que envían sus hijos a la escuela con ciertos deseos y que son partícipes del crecimiento integral de ellos, apoyando y sugiriendo, según corresponda, acciones e ideas para que la escuela sea mejor. Los padres son los aliados número uno en el aprendizaje de sus hijos.

Si asumimos como profesores que tenemos un ámbito de acción e interacción en nuestro desempeño profesional en donde las cosas no suceden casualmente, sino que hacemos que sucedan, se nos abren perspectivas insospechadas las que fractalmente, es decir pequeñas acciones repetidas muchas veces, tornan compleja la interacción, llena de riqueza.

Para concluir dos ideas que abordaré en los siguientes artículos. Una de ellas es dejar en evidencia de mi rasgo atávico de seguir asociando la escuela sólo a un lugar físico con rejas, salas, patios y oficinas. La otra que la puedo sintetizar en una pregunta que me plateo y me desafío a responder ¿Cómo logramos que los alumnos tengan el deseo de aprender?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cómo aprendí a aprender.

Yo soy reflejo de lo que he aprendido, lo que no soy, fue lo que en realidad no me interesó.

En el interés está la clave. Todo lo que he aprendido ha sido en la búsqueda del "Quién quiero Ser".
Cuando ya lo tuve claro me dediqué a aprender...
S.V.L.M.