martes, 29 de mayo de 2007

Gómez Gómez, Viviana - La escuela que disoñamos


La escuela que disueño
(parte 1, 2, 3, 4, 5 y 6)

Viviana Gómez Gómez
lourvi45@hotmail.com
Ovalle, 23 de Junio del 2007

Cuando me preguntan que escuela disueño, mi imaginación me lleva a un lugar dónde los niños y niñas puedan sentir el calor humano, la solidaridad de sus profesores a mano, un lugar dónde siempre se pregunten de dónde venimos y que las respuestas sean tomadas en cuenta. Sueño una escuela dónde todos crezcamos juntos, dónde aprendamos a vivir la vida, a hacernos fuertes y más inteligentes, un lugar de todos.

Cuando pienso en esa escuela, la veo muchas veces lejos; quisiera soñar o disoñar y hacer cada día de mi lugar de trabajo ese espacio, que al llegar a el nos sintamos acogidos, queridos, dónde la comunicación exista y seamos una familia en que cada uno es importante y que dependemos de todos para trazar futuros insospechados, esa escuela es la que disueño.

Me pregunto a que debo este disueño: será por ese dolor que me conmovió cuando niña, al escuchar a mi profesora gritar y maltratar psicológicamente a mis compañeras que no podían hablar mucho o que eran tímidas. Ese dolor me impactó y desde ello me he redescubierto como una persona que ama el respeto por el otro, la tolerancia, las formas de hablar y de escuchar, o sea, lenguaje y comunicación que se funden en nuestras prácticas habitualmente sin darnos cuenta. Que tenemos el poder de hacer nacer esperanzas y también de hundir proyectos.

Desde esta perspectiva es que disueño esa escuela llena de vida y amor, ese dar que no cuesta nada, una sonrisa un “me encanta lo que haces”, “me gusta que te esfuerces”, “eres capaz de esto y más”, etc. Palabras que hacen bien y que permiten realizar nuevas formas de vivir esta vida. Tenemos una sola vida y necesitamos hacerla lo mejor posible para todos aquellos que llegan a nuestro lado.

Disueño, eso: una escuela que me permita aprender del otro, de mi colega, de mi estudiante, del padre y de la madre; una escuela en la que merecemos tener una oportunidad para reobtener un aprendizaje inspirado en la acción humana para dejar de lado ese posible fracaso que nace solo del hecho de no creer en el otro; una escuela para permitimos creer en nuestras capacidades y llevar adelante este gran proyecto que es nuestra vida.

Entonces que más decir, disoñar es imaginar un mundo nuevo, un mundo que nos permita estar con todos y aprender de la vida a través de cada individuo que se encuentra cerca de nosotros. Armar un mundo, como el del Principito en que nos enseña desde su gran edad, su genio y sabiduría. Aprender a vivir para ser mejores, o sea, que disueño un lugar muy cerca, un lugar que tenemos profundamente, un lugar dónde ingrese primero que nada nuestros corazones, que se sienta su latir y que está vivo. Una escuela desde el corazón.

Con mucho cariño para todos mis amigos. Desde el corazón.


La escuela que disueño (parte 2)

Ovalle, 3 de Agosto del 2007

Este maravilloso camino hacia la búsqueda de los vestigios que me llevan a recordar esa escuela que forma parte de mi interior, esa escuela que espero proyectar, esa escuela que pensé cuando me inicie en este camino, donde he aprendido a entregar. Todos estos términos que nos hablan de la fortuna que tenemos cuando se nos acercan esas grandes personas nuestros estudiantes, muchas veces comenzamos a existir a partir de ellos, siempre he tenido ese pensamiento: que existimos como docentes a partir de la entrega.

Desde el corazón, día a día con gran responsabilidad, asumo parte de los proyectos de mis estudiantes . El día que por primera vez asumí lo aprendido en teoría que poner en práctica fue una gran experiencia, aprendí junto a ellos lo que no sabía: saber escuchar, saber comunicar, ser solidaria, tolerante, paciente y muchos más valores que se han ido forjando junto a mis estudiantes.

Cuando nos encontramos, nos abrazamos y recordamos aquellas sanciones que pretendían modificar o construir la responsabilidad y la disciplina al trabajo. Doy gracias por haber elegido esta carrera. En este, mi proyecto de vida, cada acción tiene un sentido. El cansancio vale la pena; esforzarte es muy necesario, pero lo es también la emoción, la ética, la responsabilidad. Este es para mi el gran valor, la responsabilidad es nuestro valor agregado a nuestra labor.

La ética sirve para dar cuenta de tu forma de ser, esto dependen de ti. Jamás un mal trato, una descalificación. Debes estar preparado para enseñar, para educar, para hablar de la vida, ayudar, apoyar, motivar, agradecer, disculpar, etc. Son tantas las cosas en que debemos de pensar antes de pararnos frente a nuestros estudiantes. Por ello, la escuela que disueño es aquella en que sus docentes sean responsables consigo mismo y con sus estudiantes.

Podemos lograr que ellos y nosotros , encontremos la felicidad ..


La escuela que disueño (parte 3)

Ovalle, 3 de Agosto del 2007

La búsqueda a veces es incesante, no me canso de aprender. Pero a la vez, esa indagación me permite buscar la verdad, los principios y vivirlos. Vivenciar los principios es, sin lugar a duda, ser creíbles frente a los estudiantes. Nuestro perfil lo logramos construyendo a través de las acciones; esto es importante para la clase y escuela.

La escuela que disueño es aquella donde, a partir de los docentes, se vivencian los principios y las actitudes. El reflejo se verá en los estudiantes y el reflejo de todos es el clima y cultura de esa escuela disoñada. A veces nos encontramos con grupos humanos en que las relaciones personales permanecen quebradas y se hace difícil lograr entusiasmar y encantar los proyecto: Seguramente los logros se hacen menos evidentes.

Esto influye en nuestro entorno, en nuestros estudiantes y docentes. Debemos atender, cuidar y mejorar las emociones personales. Las actitudes forman parte importante del currículum, no basta con entregar cantidad de contenidos si dejamos de lado lo cualitativo de toda enseñanza: aquello que permanecerá por más tiempo, las emociones.

El cerebro trabaja a través de las emociones. Gracias a él logra aprender a establecer relaciones, se abre al aprendizaje, al sentir y al querer aprender. El querer aprender depende del estudiante y del docente. Debemos de establecer nuestras actitudes para lograr el encantamiento, disipar el miedo a lo desconocido. O sea, la voluntad del estudiante nace en parte desde el docente.

En el trabajo hay que poner tesón, ganas, energía. Tener ilusión por aprender ayuda a aprender mejor. El estudiante mejora su responsabilidad y su prestigio personal cuando es capaz de trabajar solo, sin que haya que estar “encima de él”. La presencia del educador, creador de situaciones agradables, gratificantes, tranquilas, serenas, comprensivas, acogedoras, exigentes, transmite ilusión por el esfuerzo.

Entonces, los alumnos deben practicar los puntos esenciales de orden en su actividad escolar: tener un horario; plan de trabajo escrito; empleo de las técnicas de estudio; correcta presentación de exámenes y trabajos; significa emplear estrategias de orden, constancia, metas personales y tareas-deberes, para lograr un crecimiento en la voluntad de los alumnos.

La escuela que disueño es aquella dónde existe un compromiso con el estudiante frente a su desarrollo personal, social y cognitivo.


La escuela que disueño ( parte 4)

Ovalle, 14 de Agosto del 2007


Continuando con parte del tema anterior, la voluntad, puedo decir que las personas ilusionadas en hacer algo valioso para los demás, nos dejaron un buen ejemplo de voluntad. Algunos ejemplos son Colón, el doctor Fleming, Cervantes …..

Hay que concienciar a los alumnos de que el mundo está necesitado de hombres y mujeres que trabajen con perfección, que hagan su trabajo como lo deben hacer, porque esa realización es una gran fuerza transformadora de la sociedad.

La escuela que disueño, tiene mucho de ello. Entonces, ¿cuál es el remedio contra la pereza? “El gran dilema estriba en la siguiente pregunta: ¿Cómo fomentar la voluntad cuando siendo la meta buena, positiva, la vemos al principio como algo bastante costoso y difícil?. Sabiendo hacer atractiva la exigencia y mirando siempre fijamente al horizonte de las ilusiones del porvenir. ¿Cómo? Utilizando la inteligencia, sublimando los esfuerzos …, sólo quien sabe esperar es capaz de utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos” (E. Rojas. 1994).

Hay que realizar un esfuerzo para crear ilusión en el alumno. Ilusión por algo para empezar y a continuación proporcionar el refuerzo intermitente: hay que lograr que el perezoso haga algo bien, que se le pueda premiar. Ese premio es de una importante significación para el logro del siguiente aprendizaje.

Si hay ilusión, hay motor, hay fuerzas, se puede poner algo en movimiento.

Leyendo la biografía del psicólogo israelí Reuven Feuerstein pude conocer parte de su vida, en ella me causó asombro lo siguiente:

“En Bucarest, Feuerstein asistió a la Escuela para Profesores (Teachers Collage; 1940-1941) y a la Universidad de UNESCO (1942-1944), pero tuvo que huir para salvar su vida, antes de obtener su grado en psicología. A partir de 1944-1945 dirigió el Seminario de Entrenamiento del Profesor en Jerusalén. Continuó su educación en 1949 en Suiza. Entre 1950-1955 asistió a la Universidad de Ginebra donde, bajo la dirección de Andrey Rey y Jean Piaget, obtuvo el posgrado en psicología general y clínica (1952) y su licencia en psicología (1954). En 1970 Feuerstein concluyó su doctorado en Psicología del Desarrollo en la Sorbona. Sus campos de estudio más importantes son la psicología del desarrollo, la clínica y la cognoscitiva, desde una perspectiva transcultural”.

Lo que puedo comprender es que su trabajo fue intenso, que su trabajo fue constante desde 1940, si pueden observar que cada dos o tres años, estudia y va obteniendo sus grados. Si puedes sacar conclusión, puedo decir que para ser un talento como él se necesita voluntad, fuerza, entusiasmo, nada de pereza y los años de estudio como docente sólo fue un año.

Entonces la escuela que disueño es aquella dónde los docentes tengan la voluntad para enseñar y aprender, que tengan la fuerza para iniciar proyectos y llevar a cabo con entusiasmo. La escuela que disueño es aquella en que los docentes tiene vocación de servicio. Del mismo modo que Colón, Fleming, Cervantes y, como no decir de nuestro gran profesor mediador, Reuven Feuerstein, quién nos da indicios de que todo se puede.


La escuela que disueño (parte 5)

Ovalle, 4 de Septiembre del 2007

La escuela que disueño es aquella en que cada docente construye su perfil. Nuestro perfil lo logramos a través de las acciones. Esto es importante para la clase y la escuela. Cuando hablo de esto me refiero a las competencias que debo desarrollar en forma interna. Además de lo que debo saber es importante el saber ser.

Muchos pueden pensar que el perfil que se desea alcanzar es una utopía; sin embargo, creo que teniendo una visión de lo que se desea ser podremos establecer ese perfil, que tanto beneficio aportará a nuestros estudiantes. Nosotros nos dimensionamos como profesores gracias a nuestra propia construcción y la de nuestros alumnos.

Creo que el perfil adecuado es el que nace desde nuestra reflexión. Cada uno sabe lo que el otro necesita. Por esto es importante que el profesor escuche con atención y cariño incondicional a sus alumnos, que le cuentan sus problemas.

En la escuela que disueño ningún docente deja de estimar a sus estudiantes por que se han equivocado o han tenido un mal día o han bajado sus notas; por contrario, se muestran tolerantes y permanecen atentos a sus necesidades, enseñándoles sin castigar el error.

Asumiendo los errores, se aprende. Así, ponemos a prueba nuestra capacidad de enseñar lo bueno y lo malo que cada uno tiene. Esto nos ayuda a aceptar y propiciar el cambio. Gracias a ello, podremos superar las dificultades que nos impiden pasar de la mera existencia parcial a la existencia total.

La escuela que disueño es aquella en que existimos en forma real, entregando amor real,
comunicándonos con vidas reales, no solo con la finalidad de servir si no de existir en forma real.

Las palabras de Gabriela Mistral explican bellamente lo anterior:

“El Placer de Servir“

Toda la naturaleza es un anhelo de servir
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco;
Donde hay un árbol que plantar, plántalo tú,
Donde hay un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.


La escuela que disueño (parte 6)

Ovalle, 26 de Octubre del 2007

“El Placer de Servir“

La escuela que disueño es aquella en que las personas pueden confiar unas en otras y que existe una cultura de vida solidaria, respetuosa por cada actor de esta escuela.

La escuela que disueño es aquella en que me siento segura, dónde puedo mirar al otro sin miedo y dónde sólo existe lo blanco o negro, nada gris, nada mal intencionado. Esa escuela nos permite abordar temas de ética y valor moral con alturas de mira.

En la escuela que disueño el servicio es una práctica común y nunca miramos que hace el otro, siempre acompañamos el desarrollo de cada uno de los participantes. Conocemos el rol de cada uno, pero no interferimos en el rol del otro.

La escuela que disueño me permite creer en el otro y puedo servir con grandeza humana y sin temor. Esta escuela siempre me permite crecer, actualizarme, aprender, sin temor a que el otro piense que lo hacemos por individualismo y no por compromiso.

La escuela que disueño tiene normas de convivencia, que van desde la comprensión a la convicción. Convivir por comprensión, no por exigencia administrativa.

En la escuela que disueño nos coordinamos para cumplir con fervor los cantos de nuestros estudiantes en su himno. En esta escuela nos preocupamos para que se cumpla su letra.

La escuela que disueño tiene respeto absoluto por los símbolos patrios, hasta que no se cumpla no se inicia ni se termina un acto; es una escuela de respeto vivo.

La escuela que disueño se preocupa de cómo cada uno de nosostros llega y se va. Pregunta cada día como está cada persona. Ello nos permite visualizar el ritmo emocional de cada vida que allí se construye.

Entonces, la escuela que disueño es sin más ni menos una escuela de la VIDA y para la VIDA.

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